jueves, 6 noviembre 2025
Por: karol Yulieth Lopéz león
Cuatro décadas después de la tragedia del Palacio de Justicia, Colombia reabre viejas heridas. La identificación de víctimas revela un entramado de tumbas equivocadas, multiplicando el dolor de decenas de familias.
El 6 de noviembre de 1985, el corazón de Bogotá fue escenario de una tragedia sin precedentes. Durante 28 horas, el Palacio de Justicia se convirtió en escombros por el enfrentamiento entre el Ejército y la guerrilla del M-19, dejando casi cien víctimas mortales. Cuarenta años después, la justicia colombiana sigue en deuda con la verdad, pero recientes exhumaciones intentan revivir los momentos iniciales para identificar a los caídos.
La zozobra histórica de los doce desaparecidos se ha extendido, pues pocos deudos pueden asegurar que enterraron a sus muertos correctamente en 1985. Entre 2015 y 2018, la Fiscalía ordenó exhumaciones masivas, llevando a la entrega de seis desaparecidos: Lucy Amparo Oviedo, Luz Mary Portela, Héctor Jaime Beltrán, Bernardo Beltrán, Gloria Anzola de Lanao y Cristina Guarín. Sin embargo, otras familias han enfrentado una cruel revictimización al descubrir que las tumbas de sus seres queridos contenían restos ajenos. Este doloroso patrón se ha repetido en múltiples ocasiones, evidenciando un caos forense inicial.
Los hallazgos son desconcertantes y profundamente dolorosos. En la tumba de Libia Rincón Mora se identificaron los restos de Luz Mary Portela, mientras que Héctor Jaime Beltrán fue hallado donde yacía el magistrado Julio César Andrade. Cristina del Pilar Guarín se encontró en el sepulcro de Marina Isabel Ferrer, y Bernardo Beltrán en el de Jorge Alberto Echeverry. Incluso, en la tumba del agente Libardo Durán se hallaron restos de guerrilleros, siendo los suyos encontrados en una fosa común. Estos casos revelan una negligencia histórica en la identificación de las víctimas.
La toma y retoma del Palacio de Justicia dejó una herida que no ha logrado sanar completamente en la sociedad colombiana. Las recientes re-identificaciones, aunque necesarias, solo prolongan el sufrimiento de quienes han esperado décadas por respuestas claras. La persistencia de cinco mujeres que convirtieron su dolor en resistencia, sigue interpelando a la justicia. Cuarenta años después, la búsqueda de la verdad y la dignificación de los muertos es un clamor que resuena, manteniendo viva la memoria y la demanda de justicia plena.
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