Por: Katherine Cruz

Tres buques de guerra estadounidenses se aproximan a las costas venezolanas, generando tensión en la región. La medida, anunciada por Washington, forma parte de una operación contra el narcotráfico. Maduro respondió con el despliegue de milicianos.

El pasado lunes, la agencia Reuters informó sobre el inminente despliegue naval estadounidense en aguas caribeñas cercanas a Venezuela. Esta acción, según la Casa Blanca, busca contrarrestar las actividades del llamado "Cartel de los Soles". La respuesta del gobierno venezolano ha sido inmediata y contundente.

La tensión entre Estados Unidos y Venezuela se ha incrementado considerablemente con este anuncio. El envío de los destructores USS Gravely, USS Jason Dunham y USS Sampson, embarcaciones con capacidad de defensa aérea, marítima y de superficie, representa una demostración significativa de fuerza por parte de Washington. Estas acciones se suman a otros despliegues militares en la región, incluyendo aviones de vigilancia y un submarino.

El presidente Nicolás Maduro ha respondido a la amenaza percibida con el despliegue de 4,5 millones de milicianos, ampliando la llamada Fuerza de Apoyo Civil. Maduro denunció la acción estadounidense como una muestra del "imperio en decadencia" y enfatizó la firme determinación de Venezuela de defender su soberanía territorial. El gobierno venezolano ha prometido una respuesta contundente a cualquier agresión.

El despliegue militar estadounidense, si bien se justifica en la lucha contra el narcotráfico, es visto por muchos como una escalada de la tensión geopolítica en la región. Esta situación plantea el riesgo de un conflicto directo entre ambas naciones, con consecuencias impredecibles para la estabilidad regional. La respuesta de Maduro indica una clara voluntad de defender la soberanía nacional ante lo que considera una amenaza externa. El futuro de esta confrontación y sus consecuencias aún permanecen inciertos.